martes, 16 de junio de 2009

LECTURA CRÍTICA

Les quiero dejar el link para que lean una nota que salió el otro día en la contratapa del diario Crítica de la Argentina, porque se relaciona directamente con el trabajo que estuvimos haciendo analizando distintos diarios en clase.

Esta nota de Osvaldo Bazán me parece muy interesante para seguir pensando en el tema de la lectura crítica de los medios de comunicación.

http://www.criticadigital.com/index.php?secc=nota&nid=24811

¡Espero sus comentarios!
Pego la nota acá abajo porque parece que no andaba bien el link.

General Motors compró Crítica de la Argentina

Últimamente, anda por ahí una ideíta aparentemente crítica, que se desparrama y se hace carne en mucha gente, que dice “no creas en lo que dicen los medios”. Ok, no les creo. ¿Entonces qué? Quedamos así, incrédulos e inoperantes.

Osvaldo Bazán.

Mi primo, chacarero de los autodenominados “gringos”, me dijo: “Yo leo La Nación porque ahí escriben lo que yo quiero leer”. No sabía mi primo que coincidía casi, casi, palabra por palabra con mi amigo porteño que dos días antes, en un mail, me había contado: “Yo leo Página/12 porque ahí escriben lo que yo quiero leer”.Mi primo vive de su trabajo en el campo.Mi amigo vive de su trabajo en el Estado.

Viene Perogrullo y dice: Los diarios firman un contrato con sus lectores. Lo hacen desde la elección primaria de sus columnistas, desde los temas que proponen, desde los que no proponen. Dice tanto un editorial de Morales Solá como la foto de las tetas de Diario Popular; las pesadas páginas de psicología de Página/ 12 como las infografías desplegables de Clarín. Por suerte, la objetividad es una nimiedad que a esta altura del partido sólo pueden pedir oyentes de los que llaman escandalizados a los programas de AM o foristas paparulos en sitios de internet. No hay objetividad posible. Hay señores, hay intereses, hay prejuicios, hay negocios, hay mediocridad, hay de todo menos objetividad.

Conclusión ramplona pero real: es tremendamente subjetivo pedir objetividad. Objetividad suele ser: “Pensá como yo, querés”.

Informame qué pasó.

Lo que pasó es que el Estado es redistributivo y por eso el dinero de los jubilados volvió a sus manos, y que Kirchner sólo quiere hacer caja y se quedó con la plata de los jubilados, y que la Argentina es comunista y uno no puede decidir qué hacer con su jubilación y que por fin el Estado se hace cargo de los intereses de sus ancianos, y que las AFJP son coartadas en su libertad de decidir sobre sus inversiones y sus fondos, y que el dinero de los argentinos queda en la Argentina y no se va más a paraísos fiscales y ahora sirve para crear más riqueza nacional.

Nada de eso es verdad, todo eso es verdad. Eso es objetividad.

Últimamente, anda por ahí una ideíta aparentemente crítica, que se desparrama y se hace carne en mucha gente, que dice “no creas en lo que dicen los medios”. Ok, no les creo. ¿Entonces qué? Quedamos así, incrédulos e inoperantes. No le creo a ningún medio. Pero es que los medios son aquellos que tienen la obligación de contarme de qué va la cosa. Si nadie me la cuenta, ¿de qué va la cosa? Si no tengo un relato ni los datos del relato, ¿no hay relato? Ya decía hace años Noam Chomsky que los grandes medios de comunicación se han convertido en simples agentes de prensa de los grandes poderes. ¿Qué hay de verdadero en los relatos de los grandes poderes? ¿Qué se puede aprender de ellos? ¿Qué hago con toda esta información que me dan todo el tiempo? ¿Para qué me la dan, si es increíble? Me llenan de información que no pedí para decirme al mismo tiempo que no la crea. ¿Ves una manera mejor de atarte de pies y manos? ¿Ves alguna manera de inducirte a decir “¡ma’ si, yo hago la mía, total no importa nada!”?

Si vamos a ser tan simplotes de no creerle a nadie (viene Perogrullo otra vez y dice: “No es lo mismo no creerle a nadie que no creer en nadie”), ¿qué tal si les creemos a todos? A todos. A Morales Solá y a las tetas de Diario Popular. Al mamotreto de psicología de Página y a las infografías a prueba de analfabetos de Clarín. Hasta a esta contratapa de Crítica de la Argentina. Cada medio dice lo que dice por algo. Cada poder arma un discurso. En ese sentido, es verdadero. Ese relato del mundo es una visión del mundo. Todas esas visiones del mundo, sumadas, restadas, multiplicadas, hacen el calidoscopio en el que vivimos. Sólo así podemos tener un acercamiento medianamente realista de lo que pasa.

No sirve de nada leer sólo aquello que confirma lo que pensamos. Nos cierra el mundo, nos vuelve soberbios consumidores de nuestra propia verdad, nos limitamos al círculo de confirmaciones de verdades autoprofetizadas. Reforzamos nuestra percepción de que somos inteligentes. Y que, por sobre todos los demás que piensan diferente, tenemos la posta.

¿Ves? Yo te dije que la película era buena, ¡lo dice Minghetti en La Nación!

¿Ves? Yo te dije que la película era una bosta, ¡lo dice Bernárdez en Página!

Los lectores fieles –¡qué especie necia!– no se animan a confrontar su sistema de pensamiento con alguien que piensa distinto. Muerta su capacidad de autocrítica, reproducen el panegírico o la diatriba que consumen. Sólo tienen oídos para un discurso, condenándose al sonido monoaural. Aferrados a una verdad revelada de la que están convencidos, desprecian cualquier posibilidad de cuestionamiento, y en ese círculo de demagogia e ignorancia deliberada se pierde no sólo lo más rico del pensamiento periodístico sino también la posibilidad de entendimiento. Entre mi primo y mi amigo no hay círculo de intersección posible. Se desprecian sin conocerse. Y ahí está Boca y ahí está River y se terminó el chiste.

Ningún diario se anima a provocar a sus lectores, a decirles: “Che, ¿pero vos estás seguro?”, “¿Y si lo pensás así, al revés?”, “¿Y si te digo este otro dato que no es justo, justo, el que estabas esperando?”. ¿Y si un día Página hace una investigación que comprometa al gobierno nacional? ¿Y si un día La Nación reconoce que el Gobierno no hace todo mal? ¿Y si los reyes me dejan una bici?

El público –progresista, de izquierda, de derecha, de cualquier lado– es tan conservador que una vez que piensa cómo le gustaría que fueran las cosas da por clausurada cualquier otra posibilidad. Está tan inseguro de lo que cree que tiene que ir al diario todos los días para que le digan “sí, están redistribuyendo” o “sí, son soberbios y autoritarios”. Pero... ¿y si el lector se está equivocando, si está siendo inducido a equivocarse, si hay datos que le faltan para cumplir el rompecabezas complejo de una realidad que es mucho más que una verdad? Seguramente, no va a ser el diario que confirma el propio relato deseado quien se lo diga. La única solución sería leer a los otros, escuchar a los otros.

Un día, a raíz de una nota, Eduardo Feimann (el Feinman malo, suponiendo que el otro es el bueno) me invitó a almorzar. Le dije que sí, elegí el restaurante más caro que se me ocurrió, miré la lista de precios, elegí el plato más caro y escuché su charla durante hora y media. Un embole. No me molestó lo facho, eso ya lo sabía. Me asombró lo terriblemente aburrido y chato de su discurso. Lo impermeable de sus convicciones. Pero creo que ver de cerca a alguien tan en las antípodas puede ser enriquecedor. Al menos para saber por qué yo no era así. Y pagó él.

Hagan la prueba. Lectores de Página, lean La Nación y empiecen a desconfiar de Página. Lectores de La Nación, lean Página y empiecen a desconfiar de La Nación. Verán que el mundo es mucho, mucho más rico.

Cómo me gustaría trabajar en un diario tan desprejuiciado, inteligente y provocador como para permitirme publicar esta nota. Pero no sé, parece que Bonasso acaba de denunciar que a Crítica de la Argentina la compró General Motors.

7 comentarios:

  1. Diego, cuando quiero abrir el link me salta el cartel de "No enviar" y se me cierra todo, Ya lo probé en dos computadoras, ¿lo podés subir directamente acá?

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  2. Creo que el autor se olvida de algo que se llama "periodismo". Los Diarios plantean las noticias vistas desde un punto de vista, creando una gran variedadde visiones sobre un mismo tema. Creo que esa es la gracia: que cada uno pueda decidir a que punto de vista se adapta mejor, pero siempre abarcando un mismo tema. Por otro lado me parece que hay dos puntos importantes que plantear:
    1) La gente no es tan tonta como se cree. Por lo que me parece que una buena solución podría ser lo que plantea el autor al final: que se lean todos los diarios para crear una comparación que nos permita entender los sucesos a nuestro modo.
    2) La gente que lee en general sabe a qe repsonde cada diario, entonces no se siente engañado, todo depende del que los lee.
    Como conclusión, creo que la nota en definitva es tan obvia como lo que él critica. Cada uno sabe con lo que se va a encontrar, esta en cada uno decidir cómo lo va a abarcar.

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  3. Me pareció muy buena la nota, creo que es tal cual como se explica. Es genial cuando dice “nos vuelve soberbios consumidores de nuestra propia verdad”
    Las personas consumen de los medios con que concuerdan, y cuando dice “No sirve de nada leer sólo aquello que confirma lo que pensamos” esta totalmente en lo cierto, obviamente que nos va a cerrar la mente a ver las cosas desde una única perspectiva, pero creo que las personas necesitan de esa ratificación de su opinión, de alguien que les diga “Si, es tal como vos pensás”, necesitan confirmar su línea de pensamiento, ser poseedores de la verdad. La idea seria lograr salir de ese confirmar la propia “verdad” y ser más relativos en cuanto a los hechos, leyendo otros diarios y armando así de una manera más completa la realidad.

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  4. Me pareció muy cierta la nota. Se podría decir que los medios, como dice la nota, no son nada objetivos; cada uno muestra los diferentes hechos según cual sea su postura, si esta del lado del gobierno, si opina en contra del Estado, etc. Pero la verdad es que todo depende del lector, ya que esta postura de los diarios es imposible que cambie, el lector debería no quedarse con solo una lectura de un diario especifico, debería leer de las diferentes versiones y después sacar sus propias conclusiones y opiniones.

    La sociedad se queda con una sola perspectiva que a veces puede ser cierta pero muchas veces puede que no esté en lo cierto; Por ejemplo, si yo no confío en el estado y leo la nación siempre y este publica que el estado, por ejemplo, se gasta toda la plata recaudada de los impuestos para comprarse un auto muy lujoso, una cartera, una casa en Punta Del Este, las vacaciones en Cancún, que tal vez eso sea cierto (es solo un ejemplo inventado); pero también pueden decir que el Estado no hizo nada para mejorar la pobreza que hay en el país, que tal vez no fue así del todo, pero eso les hace creer a todos los lectores fieles a la nación que no buscan de informarse también por otras empresas como Clarín, Página 12, etc.

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  5. Esta bueno lo que decis Diego, creo que cada uno trata de identificarse en cierta medida con un medio en particular. Por ejemplo todos los domingos se compra el diario "La Nación" o "Clarín" ( o muchos otro), pero noc reoq ue nadie intercale un domingo cada uno y siempre cmbie de diario. Creo que lo que intentamos es lo que dice Rochi, es saber que alguien piensa igual que nosotros, necesitamos esa aprobacion por alguien importante con "poder de palabra" que nos brindan diariamente cada daiario en particular que se compra en nuestras casas.

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  6. Esta buenísima la nota, es muy cierto. Necesitamos corroborar que lo que creemos es cierto, que esta publicado. Los medios no son objetivos y nosotros elegimos a partir de nuestra subjetividad cual realidad queremos consumir, y obviamente va a ser la que concuerda con nosotros. Nos descoloraría encontrar algo completamente diferente a lo que pensamos y que este también publicado, o bien podríamos pensar que es incorrecta. Pero lo mejor sería comprar muchos diarios, leer todos analizar la realidad desde la subjetividad de muchos y así componernos de lo que probablemente sea objetivo, nuestro país interpretado desde todos los sectores, cada uno con su “verdad” eso es la verdadera realidad, todas las interpretaciones complementándose.

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